La agresividad canina es más frecuente de lo que creemos. Pero muchas personas no plantean qué ha llevado a ser así. Ante la agresividad ¿Bozal o educación?
Los medios de comunicación, la falta de información, los “cliches” creados por mitos urbanos, la apariencia externa o en algunos casos la despreocupación, han originado una especie de paranoia y persecución en contra de los perros clasificados como potencialmente peligrosos.
Los perros no distinguen de razas, no nacen con ganas de atacar a sus congéneres o personas, no son conscientes de que sus mandíbulas pueden hacer destrozos considerables y no saben que por el simple hecho de tener un simple aspecto físico son catalogados por la sociedad y clasificados como peligrosos….
Cualquier perro se puede volver agresivo.
Cuando un perro se vuelve agresivo, quiere decir eso, que por alguna razón y con tiempo ha desarrollado ese tipo de comportamiento.
Sin importar el tamaño, la edad, la raza o el sexo, ningún perro nace con ansias de “matar” porque sí.
Muchos de los «accidentes» que han causado la muerte de una persona por parte de un perro se habrían evitado si el propietario hubiera actuado con causa, si no hubiera dejado llegar a su perro a un estado tal de agresividad que finalmente le condujera a actuar de una forma tan «horrible».
Culpar a la raza en lugar de asumir la responsabilidad es lo que esta sociedad a aprendido a hacer.
El humano debe preguntarse si el perro que desea es «compatible» con su personalidad, energía y estilo de vida…
Personalmente creo que antes de imponer leyes, prohibiciones o catalogar cierto tipo de razas, habría que pasar por educar y enseñar a aquellos propietarios que no tengan la capacidad de saber controlar a sus perros indiferentemente la raza.
Un bozal no soluciona nada.
Evitar que un perro acabe en un estado tal de agresividad es posible y para ello hay que tener una serie de conocimientos y saber aplicar ciertas pautas y “ejercicios” que ayudarán al animal a recuperar su estado natural.